¡Pido actualización de ficha! Son solo cambios interpretativos: apariencia, personalidad e historia. Más adelante pediré cosillas con los puntos
Edad Aproximada: 20 años
Sexo: Mujer
Color del Pelo: Azul turquesa con destellos blancos
Color de ojos: Verde esmeralda
Color de piel: Bastante clara, sin llegar a ser pálida. No se quema por mucho que tome el sol al controlar la queratina de la piel pero sí se pone morena con facilidad, aunque no le guste y prefiera el tono blanquecino natural de su piel.
Rasgos destacables: Cumpleaños: 7 Septiembre. Tiene tatuado en el dorso de su mano derecha un lirio, símbolo de su nombre y tradición del clan. Posee 5 colas gruesas de pelo que suele llevar ocultas bajo el pantalón, pero que saca en combate, pues puede controlarlas a su antojo.
Historia:► Mostrar Spoiler
Infancia
Nació perteneciendo al clan Kurohyou. Mientras su madre estaba dando a luz, se estaba disputando una guerra entre clanes, en la cual su padre murió sin tan siquiera llegar a verla. Pereció en una emboscada que les tendieron los miembros del clan enemigo a los agricultores mientras recogían la cosecha. Su padre era un hombre simple, tranquilo y muy amable; pero ni tan siquiera podía moldear chakra. Es más, ni pertenecía al clan.
A los 4 años, comenzó con un entrenamiento particular para aprender a controlar el chakra y las técnicas básicas, al igual que todos los miembros de sangre pura del clan. Las técnicas de los Kurohyou se basaban en el control de la queratina del cuerpo, moldeando a su antojo forma, tamaño, grosor y resistencia tanto del pelo como de las uñas. Para poder asegurar la perduración del linaje, los herederos de las Grandes Madres del clan debían, además, comenzar a esta edad con las tutelas del manejo y control de armas. La madre de Ayame le otorgó una pequeña katana de hoja corta pero muy bien afilada. Sin embargo, no podría usarla hasta completar su entrenamiento con las katanas de madera.
A los 7, entró en la academia ninja de la aldea, donde la iniciaron en las técnicas Kurohyou y conoció a muchos futuros amigos. Tales técnicas sólo pueden ser ejecutadas por personas de sangre Kurohyou, pues son hereditarias, y ella las recibió de su madre. Generalmente, eran las mujeres las que poseían y controlaban estas técnicas, pues rara vez era capaz un hombre. Fue a partir de esta edad, cuando empezó a llevar a todas partes consigo la katana que le regaló su madre.
A la edad de 10 años, presenció una nueva guerra en la aldea. La separaron de su madre y la llevaron a un refugio escondido en la montaña, junto a sus compañeros de la academia. El profesor se encargó de llevarlos a todos pero, en cuanto llegaron, tuvo que dejarlos solos e ir a ayudar en la batalla. Sin embargo, uno de los enemigos apostado en la entrada lo vio salir y descubrió el escondrijo. Aprovechando la ocasión, éste distribuyó varios sellos explosivos y los detonó después de salir corriendo para ponerse a salvo. Se escuchó un estruendo que sacudió todo el refugio e hizo que el techo comenzara a derrumbarse. Para evitar ser aplastada por las rocas, desenfundó su katana y, gracias o los conocimientos básicos del Kataku (endurecer), se cubrió el brazo derecho y parte de la cara. Al ejecutar la técnica casi a modo de instinto, invirtió demasiado chakra en su realización; lo que provocó que la roca se partiera en dos en el momento en que se encontró con el escudo y la katana imbuida en chakra, salvando así su vida. No obstante, tal derroche de chakra en un lapso de tiempo tan corto provocó la pérdida de conocimiento inmediata de Ayame.
Cuando al fin despertó, tan sólo consiguió ver rocas a su alrededor e intentó salir tan rápido como pudo de allí. Consiguió abrir un hueco, haciendo palanca con la katana, entre el montón de pedruscos de la entrada, por el cual logró escapar. Sin embargo, lo que vio al salir no fue para nada agradable. Casas semiderruidas o en llamas, manchas de sangre, arañazos y signos de destrucción por todas partes… La aldea estaba completamente masacrada.
Buscó a su madre desesperadamente con lágrimas en los ojos. Recorrió toda la aldea corriendo hasta llegar a su casa. Buscó en cada esquina, bajo cada escombro… y nada. Asustada y temiéndose lo peor, se puso a rebuscar por los alrededores. Tras un rato mirando y buscando por todas partes, sin apenas ver nada al tener los ojos humedecidos, la encontró apoyada en la base del tronco de un árbol, pálida como la nieve. Un hilo de sangre le recorría el rostro desde la sien derecha hasta el final del cuello; sostenía una nota en la mano izquierda.
“Busca respuestas, nunca venganza. No tuve tiempo de mostrarte lo que significa ser una Gran Madre, pero estoy segura de que descifrarás el enigma de la primera de todas y de que serás la séptima. Sé fuerte y preserva el chakra Kurohyou.
Te quiero, cariño.
Mamá”
Adolescencia
P. de Graduación. Kyorou: el amigo de los niños
Con 14 años comenzó su camino como una auténtica shinobi. Hizo su Prueba de Graduación con Zerion Reiden, en quien ve algo especial, y pasa a ser su compañero a partir de entonces. Aprendió mucho de él y comenzó a mostrar trazos de afecto, aunque no demasiados. En esa prueba le coge tirria a su examinador, Warui Garou, quien no para de ponerlos en situaciones que requieren reaccionar con rapidez y de putearlos un poco. Para colmo también le quitó su preciada katana e hizo que la recuperase enfrentándose a una bestia descomunal. A partir de este momento su odio hacia los canes aumenta.
Fiesta de mitad del verano
Un par de días después de salir casi ilesos del laberinto mortal subterráneo y de la cueva, se fue a dar una vuelta con Reiden por el centro de Tsukigakure, donde conocieron a Sakura Kurosawa. Recela de ella y no le cae bien. Se sintió amenazada cuando irrumpió descaradamente la conversación que estaba manteniendo con Reiden en la puerta de la biblioteca y vio el entusiasmo que sintió él al ver a Sakura y no por poder entrar a leer algo juntos, cosa que Ayame pensaba le gustaría mucho a Reiden.
La novatada
Mientras esperaba los resultados de la prueba de graduación, Ayame se encontró por casualidad a su compañero Reiden en el campo de entrenamiento. Unos niñatos comenzaron a insultar a Reiden, a lo que Ayame no pudo quedarse callada y les mandó un poco a la mierda. Y mal hizo, pues aparecieron por detrás y los dejaron sin conocimiento.
Despertaron en un zulo oscuro y atados. Consiguieron salir de la habitación tras derribar una puerta a patadas y recuperar sus pertenencias, además de equiparse. Aunque lo que les esperaba fuera no era mucho mejor que aquel cuartucho. Pasillos mareantes e hipnóticos que comenzaron a inundarse porque sí y que dieron a una sala llena de agua con una especie de isla en medio, donde se encontraba un chaval y unos monos que les atacaron sin previo aviso. Se dividieron el trabajo para encargarse de los clones y llegar hasta él. Fue donde Ayame conoció a Chi, el pequeño zorrito que invocó Reiden. La pelea llegó al punto de encontrarse ambos en el aire y sorprendidos con la explosión del clon que decapitaron, pero que los cubrió de un líquido venenoso y les hizo perder el conocimiento, de nuevo. La imagen de Reiden inconsciente en el aire mientras caían y el remordimiento de no haber podido evitar esa situación persiguió a Ayame durante el resto del tiempo que estuvieron atrapados.
Esta vez despertaron en una casa equipada con todo. Hojas con pistas les indicaba que se trataba de una especie de prueba en la que tenían que conseguir unas llaves de otros equipos para salir de allí, por tanto había más gente involucrada. Raiden improvisó un fuerte de la casa y pasaron allí la noche. Al día siguiente salieron y se encontraron con un campo de combate a lo bestia. Siguieron las pistas de un mapa y se toparon con una muchacha muy desquiciante. Reiden activó por primera vez el Reinegan y Ayame sintió cierta fascinación por esos ojos chispeantes. Fue también la primera vez que ella le mostró sus orejas capilares.
Al final, la situación se fue de madre a quienes estuvieran detrás de todo aquello y los dejaron ir, con mil dudas y preguntas sin contestar, lo cual pareció afectar bastante a Reiden.
Contacto a las 7
Primera misión de Ayame como Gennin, junto a Reiden y Atele, sensei y medio mono. Se les encargó investigar qué estaba ocurriendo en la frontera con Altair.
El primer día transcurrió sin ningún percance, aunque, en mitad de la noche, Reiden le agradeció a Ayame todo lo que había hecho por él y eso le hizo comenzar a sentir cosas que no esperaba. Al día siguiente descubrieron una especie de guarida secreta subterránea en el bosque y decidieron entrar. Allí abajo tuvieron que luchar contra una especie de mercenarios o contrabandistas. Ayame hizo uso del Kataku por primera vez ante los ojos de Reiden y también hizo el ridículo al intentar lanzar una técnica que aún no dominaba, dando como resultado un maullido de lo más estúpido. Consiguieron apresar a uno de los guardas e iban a interrogarlo cuando una trupe de engendros apareció de la nada y arrasaron con todo lo que pillaban a su paso, incluida la invocación de Atele. Ayame se cargó al hombro al prisionero y salieron de allí como pudieron. Se subieron a los árboles y desde allí vieron que se dirigían a Altair. Reiden y Atele fueron tras ellos mientras Ayame y Chi se adentraron de nuevo en la guarida después de darle un par de patadas al maniatado para que largara que apenas sabía nada, sólo que todo aquello pertenecía a un tal “Doctor”, quien, a la vista de la marabunta de engendros, seguramente experimentara con personas.
Allí dentro se encontró con 3 engendros que se dedicaban a comerse los cadáveres del suelo y a los cuales se enfrentó, dando como resultado que todo se llenara de sangre y vísceras y Ayame casi dejara allí también las suyas. Descendió y encontró un laboratorio abandonado, unos calabozos abiertos, de donde supuso que salieron los engendros, y una escalera que daba al bosque. El “Doctor” había escapado y Ayame se sintió frustrada por haberle dejado escapar y por no haber podido averiguar nada.
Llegó a Altair para reunirse con Reiden y el sensei, quien volvió completamente desnudo.
Objetivo Shiratama + Guerra: El fin del mundo
Ayame es destinada a Shiratama, Haganegakure, junto con un escuadrón de shinobis de diferente rango para capturar el enclave minero donde el bando de Ventisca almacenaba el único metal capaz de conducir el chakra. Ella se encontraba en la retaguardia con el resto de gennin y su misión era proteger al equipo médico en la batalla. Batalla que comenzó antes de lo esperado cuando una nube gris salió desde las entrañas de Shiratama y descargó sobre ellos una lluvia de mortales senbon que sesgaron la vida de prácticamente todo el pelotón, después de un ataque sorpresa de cientos de clones que les hizo perder parte de fuerza. Gracias a la rápida actuación de Ayame y de un compañero de flanco, consiguieron salvar a una niña que llevaron al grupo de los médicos.
Tas todo aquello, apareció surcando los cielos un wyvern, que cayó gracias a la acción combinada de Sakura, Dark y sus invocaciones. Sin embargo, una fuerte llamarada proveniente de la boca del wyvern lastimó a Ayame, además de recibir un tajo en la pierna del jinete, y acabó perdiendo el conocimiento.
Apenas un par de días después, se encontraba cerca de las murallas de Haganegakure. Fue donde conoció a Sayoko, una jounin que demostró su valía como kunoichi y junto a quien luchó contra un autómata metálico y cambiaformas, que resultó ser el primer Haganekage, mientras se disputaba una lucha de gigantes invocaciones en otra parte del campo de batalla. El autómata cambió de forma un par de veces y arremetió contra ambas kunoichis, que no paraban de atacarlo y lanzarles descargas eléctricas, aparentemente sin efecto alguno. Gracias a las orejas capilares, Ayame pudo notar la presencia de Reiden en aquella batalla. De repente un brazo con un ojo en la mano apareció tras Ayame, vió que Reiden lanzaba una flecha y ella se preparó lanzando un Issen, cuando el tiempo pareció detenerse. Reiden miró Ayame en ese estado ingrávido de una forma que ella no olvidaría nunca. La mano y la técnica que los sumió en aquel ralentí procedían de Nazeka, y gracias a él consiguieron sellar al Kage. Salieron de aquella incómoda técnica pero la batalla no terminó ahí.
De la nada apareció Kenyo Satori, quien destrozó las puertas de las murallas e invocó gigantes para hacernos frente. Pero Ayame comenzó a dar mandobles a destajo mientras Reiden los remataba a flechazos. Toda una coreografía sincronizada. Sakura también andaba por allí en medio, pero a Ayame no le importaba lo más mínimo. Los shinobis de más rango que vinieron desde la retaguardia consiguieron acabar con el Satori, mientras Ayame entró como en una especie de flashback al ver a las panteras de otro ninja, que le hizo revelar sin querer sus colas por primera vez. Las tres que tenía de momento. También fue el momento en que Ayame ve por primera vez los “tatuajes” de los brazos de Reiden.
Tras todo aquel caos, una ANBU creó un vórtice por el que cruzó junto a Reiden para seguir batallando en otro lugar como refuerzos y poder volver a casa poco después, donde recibirían la Banda de la Alianza.
Una despedida
Al volver de la guerra, prevaleció la paz en todas las villas y Ayame volvío a Tsukigakure. Pasó allí dos semanas creando una rutina diaria de entrenamiento, compras y acciones banales varias. Hasta que un día la asaltó Reiden citándola en la Academia Ninja. Acudió a dicha cita y Reiden la condujo a una casa en ruinas; tenía que decirle algo importante y necesitaban intimidad. Fue entonces cuando Reiden le explicó el significado de sus tatuajes, le habló un poco sobre su clan y le dijo que se tenía que marchar. Ayame no comprendía su decisión pero la aceptaba. Mas Reiden no se fue sin antes luchar; una especie de entrenamiento final. La pelea estuvo muy reñida hasta que llegaron al tejado de la antigua casa del clan Reiden en Tsukigakure. Allí, en el aire, ocurrió lo que Ayame menos esperaba y que la cambiaría para siempre: Zerion la besó. Y se marchó sin mediar palabra, dejando a Ayame con el corazón destrozado y una lágrima caída.
Descripción psicológica: Recela mucho de la gente y le cuesta confiar en alguien. Es bastante seria y seca al hablar. Aunque se ha creado un vínculo con su compañero Reiden, quien la entiende sin que ella apenas pronuncie palabra.
Las cosas que ayudan a evadirse son comer chocolate, observar y cuidar las flores y entrenar con la katana. Es muy independiente por lo que prefiere ir por su cuenta a trabajar en grupo. Posee una gran concentración a la hora de combatir o entrenar. No es capaz de perdonar ni sentir compasión por personas que hacen daño a otras por diversión o por cacos de tres al cuarto.
Se ducha porque no tiene más remedio, pero evita el agua todo lo que puede. Sus instintos felinos salen a la luz más a menudo de lo que ella quisiera, cuando no se siente cómoda o le tocan la moral suele mostrar los colmillos e incluso bufar un poco. Por esto mismo siente repulsión instintiva por todo ser cánido, lo cual se vio más que reflejado en su Prueba de Graduación.
También es bastante orgullosa.
Código: Seleccionar todo
[b][u]Edad Aproximada:[/u][/b] 20 años
[b][u]Sexo:[/u][/b] Mujer
[u][b]Color del Pelo:[/b][/u] Azul turquesa con destellos blancos
[u][b]Color de ojos:[/b][/u] Verde esmeralda
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[b][u]Rasgos destacables:[/u][/b] Cumpleaños: 7 Septiembre. Tiene tatuado en el dorso de su mano derecha un lirio, símbolo de su nombre y tradición del clan. Posee 5 colas gruesas de pelo que suele llevar ocultas bajo el pantalón, pero que saca en combate, pues puede controlarlas a su antojo.
[b][u]Historia:[/u][/b]
[spoiler][u][b]Infancia[/b][/u]
Nació perteneciendo al clan Kurohyou. Mientras su madre estaba dando a luz, se estaba disputando una guerra entre clanes, en la cual su padre murió sin tan siquiera llegar a verla. Pereció en una emboscada que les tendieron los miembros del clan enemigo a los agricultores mientras recogían la cosecha. Su padre era un hombre simple, tranquilo y muy amable; pero ni tan siquiera podía moldear chakra. Es más, ni pertenecía al clan.
A los 4 años, comenzó con un entrenamiento particular para aprender a controlar el chakra y las técnicas básicas, al igual que todos los miembros de sangre pura del clan. Las técnicas de los Kurohyou se basaban en el control de la queratina del cuerpo, moldeando a su antojo forma, tamaño, grosor y resistencia tanto del pelo como de las uñas. Para poder asegurar la perduración del linaje, los herederos de las Grandes Madres del clan debían, además, comenzar a esta edad con las tutelas del manejo y control de armas. La madre de Ayame le otorgó una pequeña katana de hoja corta pero muy bien afilada. Sin embargo, no podría usarla hasta completar su entrenamiento con las katanas de madera.
A los 7, entró en la academia ninja de la aldea, donde la iniciaron en las técnicas Kurohyou y conoció a muchos futuros amigos. Tales técnicas sólo pueden ser ejecutadas por personas de sangre Kurohyou, pues son hereditarias, y ella las recibió de su madre. Generalmente, eran las mujeres las que poseían y controlaban estas técnicas, pues rara vez era capaz un hombre. Fue a partir de esta edad, cuando empezó a llevar a todas partes consigo la katana que le regaló su madre.
A la edad de 10 años, presenció una nueva guerra en la aldea. La separaron de su madre y la llevaron a un refugio escondido en la montaña, junto a sus compañeros de la academia. El profesor se encargó de llevarlos a todos pero, en cuanto llegaron, tuvo que dejarlos solos e ir a ayudar en la batalla. Sin embargo, uno de los enemigos apostado en la entrada lo vio salir y descubrió el escondrijo. Aprovechando la ocasión, éste distribuyó varios sellos explosivos y los detonó después de salir corriendo para ponerse a salvo. Se escuchó un estruendo que sacudió todo el refugio e hizo que el techo comenzara a derrumbarse. Para evitar ser aplastada por las rocas, desenfundó su katana y, gracias o los conocimientos básicos del Kataku (endurecer), se cubrió el brazo derecho y parte de la cara. Al ejecutar la técnica casi a modo de instinto, invirtió demasiado chakra en su realización; lo que provocó que la roca se partiera en dos en el momento en que se encontró con el escudo y la katana imbuida en chakra, salvando así su vida. No obstante, tal derroche de chakra en un lapso de tiempo tan corto provocó la pérdida de conocimiento inmediata de Ayame.
Cuando al fin despertó, tan sólo consiguió ver rocas a su alrededor e intentó salir tan rápido como pudo de allí. Consiguió abrir un hueco, haciendo palanca con la katana, entre el montón de pedruscos de la entrada, por el cual logró escapar. Sin embargo, lo que vio al salir no fue para nada agradable. Casas semiderruidas o en llamas, manchas de sangre, arañazos y signos de destrucción por todas partes… La aldea estaba completamente masacrada.
Buscó a su madre desesperadamente con lágrimas en los ojos. Recorrió toda la aldea corriendo hasta llegar a su casa. Buscó en cada esquina, bajo cada escombro… y nada. Asustada y temiéndose lo peor, se puso a rebuscar por los alrededores. Tras un rato mirando y buscando por todas partes, sin apenas ver nada al tener los ojos humedecidos, la encontró apoyada en la base del tronco de un árbol, pálida como la nieve. Un hilo de sangre le recorría el rostro desde la sien derecha hasta el final del cuello; sostenía una nota en la mano izquierda.
“Busca respuestas, nunca venganza. No tuve tiempo de mostrarte lo que significa ser una Gran Madre, pero estoy segura de que descifrarás el enigma de la primera de todas y de que serás la séptima. Sé fuerte y preserva el chakra Kurohyou.
Te quiero, cariño.
Mamá”
[b][u]Adolescencia[/u][/b]
[b]P. de Graduación. Kyorou: el amigo de los niños[/b]
Con 14 años comenzó su camino como una auténtica shinobi. Hizo su Prueba de Graduación con Zerion Reiden, en quien ve algo especial, y pasa a ser su compañero a partir de entonces. Aprendió mucho de él y comenzó a mostrar trazos de afecto, aunque no demasiados. En esa prueba le coge tirria a su examinador, Warui Garou, quien no para de ponerlos en situaciones que requieren reaccionar con rapidez y de putearlos un poco. Para colmo también le quitó su preciada katana e hizo que la recuperase enfrentándose a una bestia descomunal. A partir de este momento su odio hacia los canes aumenta.
[b]Fiesta de mitad del verano[/b]
Un par de días después de salir casi ilesos del laberinto mortal subterráneo y de la cueva, se fue a dar una vuelta con Reiden por el centro de Tsukigakure, donde conocieron a Sakura Kurosawa. Recela de ella y no le cae bien. Se sintió amenazada cuando irrumpió descaradamente la conversación que estaba manteniendo con Reiden en la puerta de la biblioteca y vio el entusiasmo que sintió él al ver a Sakura y no por poder entrar a leer algo juntos, cosa que Ayame pensaba le gustaría mucho a Reiden.
[b]La novatada[/b]
Mientras esperaba los resultados de la prueba de graduación, Ayame se encontró por casualidad a su compañero Reiden en el campo de entrenamiento. Unos niñatos comenzaron a insultar a Reiden, a lo que Ayame no pudo quedarse callada y les mandó un poco a la mierda. Y mal hizo, pues aparecieron por detrás y los dejaron sin conocimiento.
Despertaron en un zulo oscuro y atados. Consiguieron salir de la habitación tras derribar una puerta a patadas y recuperar sus pertenencias, además de equiparse. Aunque lo que les esperaba fuera no era mucho mejor que aquel cuartucho. Pasillos mareantes e hipnóticos que comenzaron a inundarse porque sí y que dieron a una sala llena de agua con una especie de isla en medio, donde se encontraba un chaval y unos monos que les atacaron sin previo aviso. Se dividieron el trabajo para encargarse de los clones y llegar hasta él. Fue donde Ayame conoció a Chi, el pequeño zorrito que invocó Reiden. La pelea llegó al punto de encontrarse ambos en el aire y sorprendidos con la explosión del clon que decapitaron, pero que los cubrió de un líquido venenoso y les hizo perder el conocimiento, de nuevo. La imagen de Reiden inconsciente en el aire mientras caían y el remordimiento de no haber podido evitar esa situación persiguió a Ayame durante el resto del tiempo que estuvieron atrapados.
Esta vez despertaron en una casa equipada con todo. Hojas con pistas les indicaba que se trataba de una especie de prueba en la que tenían que conseguir unas llaves de otros equipos para salir de allí, por tanto había más gente involucrada. Raiden improvisó un fuerte de la casa y pasaron allí la noche. Al día siguiente salieron y se encontraron con un campo de combate a lo bestia. Siguieron las pistas de un mapa y se toparon con una muchacha muy desquiciante. Reiden activó por primera vez el Reinegan y Ayame sintió cierta fascinación por esos ojos chispeantes. Fue también la primera vez que ella le mostró sus orejas capilares.
Al final, la situación se fue de madre a quienes estuvieran detrás de todo aquello y los dejaron ir, con mil dudas y preguntas sin contestar, lo cual pareció afectar bastante a Reiden.
[b]Contacto a las 7[/b]
Primera misión de Ayame como Gennin, junto a Reiden y Atele, sensei y medio mono. Se les encargó investigar qué estaba ocurriendo en la frontera con Altair.
El primer día transcurrió sin ningún percance, aunque, en mitad de la noche, Reiden le agradeció a Ayame todo lo que había hecho por él y eso le hizo comenzar a sentir cosas que no esperaba. Al día siguiente descubrieron una especie de guarida secreta subterránea en el bosque y decidieron entrar. Allí abajo tuvieron que luchar contra una especie de mercenarios o contrabandistas. Ayame hizo uso del Kataku por primera vez ante los ojos de Reiden y también hizo el ridículo al intentar lanzar una técnica que aún no dominaba, dando como resultado un maullido de lo más estúpido. Consiguieron apresar a uno de los guardas e iban a interrogarlo cuando una trupe de engendros apareció de la nada y arrasaron con todo lo que pillaban a su paso, incluida la invocación de Atele. Ayame se cargó al hombro al prisionero y salieron de allí como pudieron. Se subieron a los árboles y desde allí vieron que se dirigían a Altair. Reiden y Atele fueron tras ellos mientras Ayame y Chi se adentraron de nuevo en la guarida después de darle un par de patadas al maniatado para que largara que apenas sabía nada, sólo que todo aquello pertenecía a un tal “Doctor”, quien, a la vista de la marabunta de engendros, seguramente experimentara con personas.
Allí dentro se encontró con 3 engendros que se dedicaban a comerse los cadáveres del suelo y a los cuales se enfrentó, dando como resultado que todo se llenara de sangre y vísceras y Ayame casi dejara allí también las suyas. Descendió y encontró un laboratorio abandonado, unos calabozos abiertos, de donde supuso que salieron los engendros, y una escalera que daba al bosque. El “Doctor” había escapado y Ayame se sintió frustrada por haberle dejado escapar y por no haber podido averiguar nada.
Llegó a Altair para reunirse con Reiden y el sensei, quien volvió completamente desnudo.
[b][u]Objetivo Shiratama + Guerra: El fin del mundo[/u][/b]
Ayame es destinada a Shiratama, Haganegakure, junto con un escuadrón de shinobis de diferente rango para capturar el enclave minero donde el bando de Ventisca almacenaba el único metal capaz de conducir el chakra. Ella se encontraba en la retaguardia con el resto de gennin y su misión era proteger al equipo médico en la batalla. Batalla que comenzó antes de lo esperado cuando una nube gris salió desde las entrañas de Shiratama y descargó sobre ellos una lluvia de mortales senbon que sesgaron la vida de prácticamente todo el pelotón, después de un ataque sorpresa de cientos de clones que les hizo perder parte de fuerza. Gracias a la rápida actuación de Ayame y de un compañero de flanco, consiguieron salvar a una niña que llevaron al grupo de los médicos.
Tas todo aquello, apareció surcando los cielos un wyvern, que cayó gracias a la acción combinada de Sakura, Dark y sus invocaciones. Sin embargo, una fuerte llamarada proveniente de la boca del wyvern lastimó a Ayame, además de recibir un tajo en la pierna del jinete, y acabó perdiendo el conocimiento.
Apenas un par de días después, se encontraba cerca de las murallas de Haganegakure. Fue donde conoció a Sayoko, una jounin que demostró su valía como kunoichi y junto a quien luchó contra un autómata metálico y cambiaformas, que resultó ser el primer Haganekage, mientras se disputaba una lucha de gigantes invocaciones en otra parte del campo de batalla. El autómata cambió de forma un par de veces y arremetió contra ambas kunoichis, que no paraban de atacarlo y lanzarles descargas eléctricas, aparentemente sin efecto alguno. Gracias a las orejas capilares, Ayame pudo notar la presencia de Reiden en aquella batalla. De repente un brazo con un ojo en la mano apareció tras Ayame, vió que Reiden lanzaba una flecha y ella se preparó lanzando un Issen, cuando el tiempo pareció detenerse. Reiden miró Ayame en ese estado ingrávido de una forma que ella no olvidaría nunca. La mano y la técnica que los sumió en aquel ralentí procedían de Nazeka, y gracias a él consiguieron sellar al Kage. Salieron de aquella incómoda técnica pero la batalla no terminó ahí.
De la nada apareció Kenyo Satori, quien destrozó las puertas de las murallas e invocó gigantes para hacernos frente. Pero Ayame comenzó a dar mandobles a destajo mientras Reiden los remataba a flechazos. Toda una coreografía sincronizada. Sakura también andaba por allí en medio, pero a Ayame no le importaba lo más mínimo. Los shinobis de más rango que vinieron desde la retaguardia consiguieron acabar con el Satori, mientras Ayame entró como en una especie de flashback al ver a las panteras de otro ninja, que le hizo revelar sin querer sus colas por primera vez. Las tres que tenía de momento. También fue el momento en que Ayame ve por primera vez los “tatuajes” de los brazos de Reiden.
Tras todo aquel caos, una ANBU creó un vórtice por el que cruzó junto a Reiden para seguir batallando en otro lugar como refuerzos y poder volver a casa poco después, donde recibirían la Banda de la Alianza.
[b][u]Una despedida[/u][/b]
Al volver de la guerra, prevaleció la paz en todas las villas y Ayame volvío a Tsukigakure. Pasó allí dos semanas creando una rutina diaria de entrenamiento, compras y acciones banales varias. Hasta que un día la asaltó Reiden citándola en la Academia Ninja. Acudió a dicha cita y Reiden la condujo a una casa en ruinas; tenía que decirle algo importante y necesitaban intimidad. Fue entonces cuando Reiden le explicó el significado de sus tatuajes, le habló un poco sobre su clan y le dijo que se tenía que marchar. Ayame no comprendía su decisión pero la aceptaba. Mas Reiden no se fue sin antes luchar; una especie de entrenamiento final. La pelea estuvo muy reñida hasta que llegaron al tejado de la antigua casa del clan Reiden en Tsukigakure. Allí, en el aire, ocurrió lo que Ayame menos esperaba y que la cambiaría para siempre: Zerion la besó. Y se marchó sin mediar palabra, dejando a Ayame con el corazón destrozado y una lágrima caída.[/spoiler]
[b][u]Descripción psicológica:[/u][/b] Recela mucho de la gente y le cuesta confiar en alguien. Es bastante seria y seca al hablar. Aunque se ha creado un vínculo con su compañero Reiden, quien la entiende sin que ella apenas pronuncie palabra.
Las cosas que ayudan a evadirse son comer chocolate, observar y cuidar las flores y entrenar con la katana. Es muy independiente por lo que prefiere ir por su cuenta a trabajar en grupo. Posee una gran concentración a la hora de combatir o entrenar. No es capaz de perdonar ni sentir compasión por personas que hacen daño a otras por diversión o por cacos de tres al cuarto.
Se ducha porque no tiene más remedio, pero evita el agua todo lo que puede. Sus instintos felinos salen a la luz más a menudo de lo que ella quisiera, cuando no se siente cómoda o le tocan la moral suele mostrar los colmillos e incluso bufar un poco. Por esto mismo siente repulsión instintiva por todo ser cánido, lo cual se vio más que reflejado en su Prueba de Graduación.
También es bastante orgullosa.